Con la mitad de los jóvenes menores de 25 años en paro y un
total de cerca de cinco millones de desempleados no es de extrañar que cada vez
más ciudadanos españoles decidan abandonar el país en busca de un futuro mejor.
Y no solo los españoles, sino también aquellos inmigrantes que vinieron aquí hace
unos años cuando España iba bien.
De momento, en los nueve primeros meses del año ya han sido
54.912 los españoles que han decidido emigrar, cifra que supone un 21,5% más
que en el mismo periodo de 2011, a los que hay que sumar 365.238 extranjeros
que también se han marchado en lo que llevamos de 2012. Y por primera vez en
los últimos años, el saldo migratorio (la diferencia entre inmigrantes y
emigrantes) ha sido negativo en todas las comunidades autónomas, siendo
Cataluña la que encabeza el ranking con un total de 149.545 salidas.
Esta tendencia, en la que aumenta la emigración y desciende la inmigración, se consolidó en 2011, que fue el primer año en una década que registró más movimiento de salidas que de entradas en España.
Y estas cifras reflejan la fuga de cerebros que tenemos hoy
en día en nuestro país, donde jóvenes bien formados deciden irse al extranjero
en busca de un trabajo y mejores condiciones laborales que no pueden encontrar
en España. Por lo tanto, el capital humano y la calidad intelectual se van a
otros mercados y merma el futuro de nuestro país. En definitiva, nos
encontramos con una pérdida de talento y de inversión.
En el caso de Cataluña, en los tres últimos años de crisis
se ha incrementado un 30% el número de jóvenes preparados que se buscan la vida
en el extranjero y ya son más de 10.000 catalanes los que han abandonado el
país en este período.
Pero el paro no es el único motivo del abandono de muchos
jóvenes formados, preparados y altamente capacitados ya que la precariedad
laboral también influye. La elevada temporalidad, los bajos sueldos y la oferta
de puestos de trabajo por debajo de su calificación influyen para que este
colectivo decida buscar suerte fuera de nuestras fronteras.
Los jóvenes españoles deciden irse a probar suerte fuera, ya que como comentas en el artículo, existe un elevado paro, además de unas condiciones muy precarias, como la temporalidad de los trabajos, el tipo de jornada, el sueldo, la condiciones, etc. Estamos dispuestos a trabajar por muy poco por el simple hecho de decir “menos es nada”, pero cuando una persona es joven y cualificada no está dispuesta a asumir que le “ridiculicen” con ese tipo de trabajos y condiciones. Con todo el respeto, pero cuando una persona ha invertido tiempo y dinero en estudiar, y de mientras, ha estado perdiendo dinero que al estudiar no podía ganar, lo hacía con la idea de tener un futuro mejor, y recuperar “el dinero perdido” después de tener la carrera. Ahora, nos plantemos si ese tiempo y esfuerzo ha valido realmente la pena, si realmente podremos recuperar nuestra inversión. Por eso, muchos jóvenes deciden emigrar, aún que sea solo por el hecho de aprender un idioma mientras trabajan en cualquier trabajo precario, en fin… para seguir formándose con la esperanza de obtener algún fruto.
ResponderEliminarLa mayoría de los jóvenes recién licenciados no están trabajando de lo que han estudiado. Es triste, pero es la realidad. Nos encontramos con una de las generaciones más bien preparadas y con menos posibilidades en el mercado laboral.
EliminarTal y como tu comentas, cuando uno empieza una carrera y decide seguir sus estudios y formándose en lugar de ponerse a trabajar es porqué aspira en un futuro a conseguir un buen puesto de trabajado acorde con lo que ha estudiado. Pero cuando acabas la carrera y te encuentras con este panorama no es extraño dudar de si esa "inversión de tiempo y dinero" ha valido la pena.
Yo espero que sí, considero que no hay que perder la esperanza porqué eso se refleja en nuestro día a día, en nuestra manera de ser, de relacionarnos y de actuar. Y no podemos caer en un bucle de pesimismo, que nos perjudica a nosotros mismos, incluso a la hora de buscar trabajo. Por eso la esperanza es lo último que hay que perder.
Bien, estoy de acuerdo con todo lo señalado en los anteriores comentarios. Además, me gustaría añadir que no solamente se trata de una inversión focalizada desde el punto de vista del estudiante. No debe olvidarse también la fuerte inversión que realiza el Estado (entorno al 86% aprox. de la matrícula; bien, ahora cada vez menos) como subvención a los estudios universitarios. Una inversión que pagamos todos, que pretende ser retornada pero que se evapora rápidamente hacia tierras lejanas. Quien sabe, quizá llegue a producirse la segunda parte de "Vente pa' Alemania Pepe".
ResponderEliminarDentro del disparatismo estatal en que nos estamos hundiendo cada dos por tres, es normal dos cosas: que hasta bien poco se haya financiado que los jovenes estudien y de segundo, que salgan a calle con 21 años como mínimo. Es decir financiamos que un sector de la sociedad, no olvidemos la edad mínima de trabajar es de 16 años, no entre directamente al mercado laboral (cola del paro).
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