sábado, 2 de febrero de 2013

Deslegitimar la democracia


Frases como “no nos representan”, “todos los políticos son iguales”, “son unos ladrones que solo quieren mantenerse en la poltrona” cada vez son más frecuentes entre los ciudadanos, cuya tercera preocupación es la clase política. Y no es para menos teniendo en cuenta los casos de corrupción que afloran en los medios de comunicación (caso Bárcenas, Pallerols, trama Gürtel, caso Campeón…). Pero  éste no es el único problema que hace incrementar la desafección política entre los españoles, sino que la manera de hacer política y la esencia de esta actividad también influye.


Los políticos deberían representar, velar y defender los intereses de los ciudadanos, mirando por el bien del conjunto de la ciudadanía y no moviéndose por intereses particulares o partidistas. Pero la experiencia demuestra que tanto unos como otros y sean del color que sean, cuando están en el poder son unos y cuando están en la oposición son otros. Lo que uno defiende con uñas y dientes cuando no gobierna, parece que se le olvida cuando está en el poder. “El teatro de la política” dicen. Mientras que delante de las cámaras se tiran los trastos y discuten sin llegar a acuerdos, en la intimidad habría que verlos, seguro que se toman un café y tan amigos. 

Esto es un problema que se agrava aún más en época de crisis. Cuando las cosas van bien a nadie parece importarle que un político adjudique licencias a un amigo o que malgaste los fondos públicos, pero cuando la economía se complica, estos “pequeños incidentes” también. Es cierto que los ciudadanos nos tenemos que hacer oír, es verdad que nos deben indignar los casos de corrupción política, pero también hemos de ser conscientes que estos problemas no son una novedad. Si no hemos actuado antes ha sido por conformismo o desconocimiento de los hechos y ahora exigimos honradez y transparencia de la clase política y altos cargos, que hasta ahora no la hemos visto. Y todo esto sin saber lo que se queda en el tintero…

Además hay que añadir que en España tenemos un sistema bipartidista donde las dos grandes formaciones (PSOE y PP) se van alternando en el poder y son las únicas con opciones de gobernar. Pero no toda la ciudadanía se siente representada por estos partidos, que son los únicos con opciones. No hay alternativas con posibilidades de gobernar, con posibilidades reales, no vemos partidos jóvenes que defiendan una nueva manera de hacer política, nuevas estructuras. Si miramos la composición de la cámara vemos que después de las elecciones del 20 de noviembre de 2011 los dos principales partidos –PP con 170 escaños y PSOE con 95- concentran más del 75 por ciento del total de los votos recibidos.  

Falta una alternativa real de gobierno, una alternativa joven, que represente a los ciudadanos y suponga una nueva manera de hacer política: más transparente y defendiendo los intereses generales. Falta una clase política que se acerque a los ciudadanos de manera constante y no solo cuando hay elecciones y no viva en un mundo paralelo, unos políticos que conozcan las necesidades de la población. Recientemente ha surgido una nueva formación, el PartidoX, que “espera desalojar a los políticos del espacio electoral donde están atrincherados”. El hecho de querer recuperar la democracia, devolver el poder soberano a las personas, huir de personalismos o liderazgos, operar a través de Internet…  juegan a su favor, y más en estos momentos de desconfianza política, en que muchas personas no se sientes representadas por las formaciones tradicionales y no defienden la manera actual de hacer política. 

Está por ver que sucederá en los próximos años, después de comprobar que ni los unos ni los otros hacen lo que prometen y no cumplen con las promesas de su programa electoral. Después de comprobar que se centran en destruir al adversario, no dan respuesta a las necesidades de las personas… La ciudadanía desconfía de los dirigentes, los ve cada vez más alejados, la clase política ha perdido credibilidad y las personas no quieren involucrarse en este proceso. Todos estos factores se pueden traducir en menor participación electoral y por lo tanto en menor legitimidad de la democracia.

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