El caso Bárcenas ha vuelto a poner
sobre la mesa la falta de control y la mala gestión de las finanzas de los
partidos. Los casos de corrupción que están saliendo recientemente a la luz
incrementan el malestar de la ciudadanía ante la clase política, a la que cada
vez ve más alejada de los problemas reales de la sociedad.
El gesto que ha tenido el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, intentando limpiar su imagen al publicar sus últimas declaraciones de renta y patrimonio no zanjan el problema de fondo de los partidos: la falta de transparencia y la deficiente fiscalización de sus cuentas.
Y este problema no es una cuestión reciente
sino que viene de lejos. El Consejo de
Europa se ha referido en varias ocasiones a la opacidad de las cuentas y a las
malas prácticas de los partidos políticos españoles. Además el
Tribunal de Cuentas, órgano fiscalizador de las cuentas y de la
gestión económica del Estado y del sector público, lleva cinco años de retraso
en la aprobación de los informes anuales de fiscalización de la contabilidad de
los partidos políticos. Por ejemplo, el último que se aprobó el año pasado correspondía
a la actividad de 2007. ¿Cómo se entiende que mientras las empresas están
obligadas a presentar sus cuentas rigorosamente cada año, los partidos tengan
tanta flexibilidad?
Una de las medidas que ha propuesto
el Gobierno para luchar contra la corrupción es la Ley de Transparencia, a la
que “en un principio” se someterán también los partidos políticos. Es una
ocasión que tiene el gobierno para recuperar la confianza ciudadana, que solo
la ganará si da ejemplo durante el día a día.
Debido a que un 80 por ciento de la
financiación de los partidos proviene de fondos públicos, deberían responder a
las mismas exigencias de transparencia que cualquier otro organismo público.
Cualquier formación política debe hacer públicos sus ingresos, sus gastos, vías
de financiación… para rendir cuentas a los ciudadanos de su actividad.
El presupuesto destinado a la financiación de los partidos políticos españoles
fue de más de 100 millones en 2012, cifra que se ha visto reducida casi a la
mitad para este año, con un fondo reservado del Ministerio de Interior de 66,2
millones de euros, que es lo que nos cuesta a los españoles mantener el sistema
político actual.
Pero la
financiación de los partidos en España es mixto, y compatibiliza la
financiación pública vía subvenciones que salen de los PGE con las aportaciones
privadas. Sobre esta última vía de ingresos, destacar que desde el 2007 se consideraran ilegales las
donaciones anónimas y según la reforma de la ley de financiación de los
partidos aprobada el año pasado, se prohíbe
que las donaciones sean anónimas y se establece un máximo anual de 100.000
euros al año por sola persona física o jurídica. Además, aquellas que sobrepasen los 50.000 euros deben ser notificados al Tribunal de Cuentas en un plazo máximo de tres meses.
También se establece que ninguna entidad bancaria podrá condonar a un partido
una deuda de más de 100.000 euros al año.
A
las aportaciones públicas y privadas hay
que añadir la parte del presupuesto estatal que reciben las fundaciones ligadas
a los partidos, como FAES en el caso del PP o la Fundación Ideas, vinculada al
PSOE. Este año los PGE destinan 2,9
millones de euros a las fundaciones, a cargo del Ministerio de Educación
y de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional del Ministerio de Exteriores, cifra que se ha
visto reducida en un 20%.
Con
todos estos datos sobre la mesa lo que está claro es que aunque se han empezado
a dar pasos en España para conseguir una regulación más transparente, todavía
queda camino por hacer en este sentido.
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