“Marcharemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Estas fueron las más famosas palabras del rey Felipe VII cuando juró lealtad a la Constitución el 10 de marzo del 1820. Palabras que todos creían salvo el propio monarca, pues solo tardó 3 años conspirando él mismo para que los cien mil Hijos de Sant Luis y la Santa Alianza restauraran, en octubre del 1823, la monarquía absoluta, el despotismo.
Carlos Marx en su libro, “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte”, cita: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa”. Felipe VII “el deseado” juró lealtad a la posibilidad de unas nuevas instituciones políticas que modernizarían España y el segundo ciclo de la historia lo tenemos con la transición. Tuvimos en el 1978 nuestra nueva deseada, la Constitución del 29 de diciembre del 1978 y la partitocracia.
A la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, se abría en España la posibilidad de modernizar y democratizar las instituciones públicas. Gran parte de la población, que había vivido la represión y la asfixia del régimen franquista querían libertad y sobretodo democracia. No ocurrió así, pues fue asesinada con premeditación y alevosía. Cuando ocurre un asesinato siempre hay que buscar a quien beneficia más. En este caso, ¿Quien o quienes son? Lo podemos encontrar si miramos quienes disfrutan del estado de partidos.
Primero de todos el mandamás, el Rey. La herencia recibida directa de Franco. La monarquía impuesta y sin legitimidad desde todos los puntos de vista. La razón es que antes de la imposición de la dictadura de Franco tras ganar la Guerra Civil Española, la clase de Estado que había votado la población en las elecciones municipales del 12 de abril del 1931 era la República. Es decir, tras la muerte de Franco, España tenía que haber siguiendo siendo una república. Con la posibilidad, si así lo consideraban, de unas votaciones para ver si querían al rey Juan Carlos. Tenemos ya el primer beneficiario de la muerte de la democracia, el rey y la Casa Real.
En segundo lugar, toda la administración franquista. Querían continuar, y tras la muerte de Franco, que era el único capaz de contener su avaricia, tenían las puertas abiertas para lucrarse sin control, para gastar a sus anchas en gambas. La transición está llena de nombres de antiguos falangistas, franquistas y participantes del régimen. Pero tenían que resolver un problema con la población, tenían que disfrazar su continuidad con una gran farsa, la Constitución del 1978.
Aquí entran en juego los terceros culpables. Los partidos políticos, tanto los franquistas como los ilegalizados. No se salva ni uno, UCD, PSOE, los Nacionalistas y hasta el Partido Comunista. Abrazaron alegremente primero su legalización quienes lo necesitaban y segundo la Constitución. Tal acto simboliza frente a su electorado la traición de los ideales del partido, algunos por participar en un régimen monárquico y vivir a costa de ello, otros por traicionar los ideales de izquierda y defender la derecha más rancia, todos por apoyar al liberalismo voraz contra su población.
Por último, el cuarto de los elementos, las grandes empresas. Pues son ellas los clientes únicos de los políticos. Con la CEOE abanderando el liberalismo más desolador para el trabajador y abrazando el intervencionismo del estado, siempre y cuando sea en beneficio de ellos. Son quienes tienen el capital, los que disfrutan del trato de favor de la partitocracia. Las leyes no les afectan y cuando es así, es para beneficiarles. Tienen la suficiente fuerza para invitar a los gobiernos a que saquen normativas en perjuicio de los trabajadores. Consiguen contratos a dedo y montan monopolios aun siendo ilegales. Todo a cambio de que los que se hacen llamar representantes tengan cargos en la empresa privada, disfruten de ventajas económicas y ganen más.
La farsa de la transición está servida. Llaman democracia a algo que no es más que la dictadura de los partidos y del clientelismo más descarado vestido de nacionalismo, de listas cerradas, de monarquía, de corrupción y de control y censura de los medios de comunicación. Todo para conseguir y lucrarse de todo el capital posible. Así es el liberalismo que defienden todos, “yo gano dinero porque tú pierdes dinero”.
Mayer Armschel Rothschild ya lo dijo en 1791: “Dejadme que emita y controle la moneda de una nación y no me importará quien haga las leyes”. Así ha sido España desde 1978, un control absoluto de todo para el beneficio de ellos.
Autor: Rafa Guerrero
Autor: Rafa Guerrero
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