viernes, 26 de abril de 2013

Aferrados al poder


Recientemente, el presidente alemán, Christian Wulff, anunció su dimisión tras desvelarse que cuando fue primer ministro regional había aceptado un crédito privado con unas condiciones muy ventajosas de empresarios amigos por medio millón de euros.

Por otro lado, en España dirigentes del Partido Pupular reconocen que cobraron y siguen cobrando sobresueldos del partido como si fuera algo normal. Estas cantidades de dinero, que se suman al sueldo que reciben cada mes, las denominan “gastos de representación”, que pueden llegar a sumar ni más ni menos que 10.000 euros mensuales. 

A pesar que tal y como ha asegurado Javier Arenas (que ha reconocido recibir sobresueldos) “tanto la nómina de la institución como los gastos de representación se declaran a Hacienda”, no entiendo cómo tienen el valor de seguir cómo si no pasara nada. Mientras en nuestro país trabajar y cobrar hoy en día 1.000 euros es un lujo para muchos, nos encontramos con altos cargos que están cobrando sueldos desmesurados.

Mientras que en Alemania Wulff decidió dimitir por un escándalo de tráfico de influencias, aquí parece que sea algo normal que los políticos se vean envueltos en tramas de corrupción (trama Gürtel, caso Bárcenas, escándalo de los ERE en Andalucía, trama de las ITV…) y encima nadie dimite. Ni por dignidad, ni por ética, ni por respeto a los ciudadanos, nuestros políticos abandonan sus poltronas. En nuestro país se castiga poco, no se exigen responsabilidades y la corrupción se ha convertido en un problema generalizado, que parece ser asumido por la población. 

Si tuviera que nombrar los escándalos de corrupción que están saliendo recientemente a la luz daría para escribir un libro, pasando por la corrupción urbanística hasta el tráfico de influencias. Pero no solo nos encontramos con que nuestros políticos no dimiten y no admiten ni reconocen los errores, sino que no son capaces ni de pedir perdón una vez se descubre la verdad. En Alemania, por poner otro ejemplo, llegó a dimitir su ministra de Educación y Ciencia por un presunto plagio de su tesis doctoral. Puede resultarnos extraño que en otros países, un alto cargo político dimita por un escándalo de plagio académico ya que en España no se dimite de forma voluntaria ni por malversación de fondos. En definitiva, falta responsabilidad y respeto por el cargo público que ocupan algunos dirigentes y políticos.

Con este panorama no es de extrañar que la desafección política no pare de crecer y que los ciudadanos cada vez se sientan más alejados de la política. No es para menos, ¿quién puede confiar en ellos? No son capaces de pedir perdón y ni siquiera reconocer sus actuaciones. 

Mientras recortan en servicios básicos como educación y sanidad, siguen sin llevar a cabo una reforma de la administración pública, sin reducir la plantilla de altos cargos ni recortar salarios. Es más fácil ahogar a impuestos a los comercios y ciudadanos que apretarse ellos el cinturón y dar ejemplo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario