Mientras que en las partidas sociales como la educación y la sanidad impera la austeridad y los recortes, cuando hablamos de representación exterior y de partidas políticas estos conceptos no tienen cabida. Las embajadas españolas todavía no han pasado por las tijeras del ajuste que se está llevando a cabo en los pilares del estado del bienestar.
El Gobierno de España se gasta 330.000 euros en cubertería y mantelería para sus embajadas, 115.000 euros en comprar banderas, escudos y mástiles y 141.000 en ropa de cama y toallas de baño, entre otras partidas, y en los últimos 3 años las embajadas españolas han recibido más de 17 millones de euros.
Ante estas cifras vemos que hay partidas de gasto público que no paran de crecer incluso en época de crisis. Este tipo de gastos, así como una inversión de 6,4 millones de euros que costó la residencia del embajador de España en Marruecos en 2011 o un contrato de servicios de limpieza y de higienización de las sedes del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación por un importe de 1,8 millones de euros, no dejan indiferente a nadie.
Sobre las embajadas autonómicas activas en el exterior, el Gobierno admite no saber con exactitud su coste, pero lo que sí se conoce es que Cataluña es la comunidad con más representación en el exterior con 5 delegaciones y 34 oficinas comerciales. España cuenta con 118 embajadas, 11 representaciones permanentes ante organismos internacionales y 95 consulados.
Jordi Évole analizó en un programa de Salvados este tema, sobre el que el exembajador Melitón Cardona declaró que se suelen hacer un mínimo de 100 fiestas al año y una media de 2 cócteles cada 3 días, actividades que “incrementan en un 70% las relaciones comerciales de un país.
Las oficinas de representación en el exterior, que entre otras funciones deben ofrecer asistencia a los españoles, no siempre cumplen con esta misión. Como ha sido el caso reciente del cónsul de España en Boston, Pablo Sánchez-Terán, que fue destituido por incumplir sus obligaciones tras cerrar las oficinas en su horario normal tras los atentados ocurridos en Boston.
Al ser preguntado por el motivo del cierre de la oficina, Sánchez-Terán respondió “porque había llegado su hora”. Esta respuesta se hace impensable en cualquier negocio privado como puede ser una pyme, que no creo que dejen a nadie sin atender ante un escenario excepcional porque se exceda 5 minutos de su horario laboral.
Se podría ahorrar en representación exterior, por ejemplo a nivel de infraestructuras o unificando los servicios para ganar eficacia. Otra propuesta es sustituir el amiguismo por principios de méritos.
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